Nuestro centro educativo tiene una seña de identidad básica definida por su propio emplazamiento: una zona de expansión residencial y de servicios del barrio de Santa María de Benquerencia, en Toledo. Una intersección entre un espacio sólidamente consolidado y otro espacio abierto a la nueva articulación del barrio. Esta ubicación ha determinado, desde siempre, la diversidad del alumnado que ha pertenecido a nuestro colegio, de la que se ha derivado, desde su año fundacional, 1982, la necesidad de dar una respuesta a los diferentes perfiles educativos con los que hemos ido contando.
El transcurso de los años no ha hecho sino afianzar este rasgo identitario de nuestro centro, que, por lo demás, ha respondido, tradicionalmente, a las necesidades educativas del entorno con tres principios de acción básicos: la integración (como herramienta para dar cobertura a los más desfavorecidos), la excelencia (como aspiración de un alumnado particularmente estimulado primero y, especialmente motivado, después) y la participación (como marco de expresión y de coordinación de las actuaciones de la comunidad educativa). Esos tres principios, que se han ido moldeando para adaptarse a las necesidades de cada etapa y que han evolucionado de acuerdo con un modelo de progreso educativo y social, derivan, a día de hoy, en dos aspiraciones que determinan nuestras metas: la calidad y la equidad educativas. Por todo ello, el diseño actual de nuestro proyecto educativo viene definido por la concepción de la educación como un servicio público, como la posibilidad efectiva de ejercer un derecho fundamental, como una construcción colectiva y abierta llevada a cabo con una idea de corresponsabilidad, pero también como el medio con que nuestros niños y niñas pueden conquistar un futuro en que el éxito personal se concilie con la noción de desarrollo y progreso. Consideramos que nuestro centro es una comunidad de aprendizaje y una comunidad de convivencia, y esa dualidad define, en definitiva, una realidad indivisible, única, puesto que no creemos que pueda ser posible enseñar conocimientos sin infundir valores, como tampoco creemos en la ponderación de valores, sin que vengan apoyados con el aprendizaje de las diferentes disciplinas. Defendemos, en definitiva, la educación entendida como un proceso de adquisición de conocimientos, de desarrollo de capacidades y de adquisición de valores que posibiliten alcanzar la madurez individual y la responsabilidad social. Por tanto, queremos que nuestro alumnado sea un grupo de buenas personas, académica y competencialmente capacitadas y convencidas de la importancia de cualidades como el respeto y la solidaridad. Todo lo dicho apuntala la estructura de un proyecto que tiene los siguientes ejes: La mejora continua de la convivencia: contamos con iniciativas y programas para la inclusión, la supresión de desigualdades, la gestión constructiva y ecuánime de los conflictos, la vigilancia preventiva y proactiva de casos de maltrato entre iguales, y el énfasis en la educación intercultural. |